No nos van a regalar la paz  

Escribo estas líneas en medio de dos sensaciones contrarias, de esas que nos mantienen el asombro en Colombia; por un lado, la desconexión con la paz anhelada del Congreso de la República que negó la incorporación en el Plan Nacional de Desarrollo del Artículo 8, con el que se buscaba que las diferentes entidades del orden nacional acogieran, progresivamente, las recomendaciones realizadas por la Comisión de la Verdad – CEV.  Y, por otro, la esperanza presente en el ejemplo de vida que nos hacen Beatriz Montoya y Benjamín Cardona, ganadores del reconocimiento “Mi Vida es Mi Mensaje” entregado en el marco de la Cumbre Internacional de la Noviolencia realizada en Caicedo. A ellos mi cariño, agradecimiento y admiración por enseñarnos con su caminar. 

Estos dos hechos uno tan decepcionante a nivel nacional y el otro tan inspirador en el ámbito regional, muestran una constante del trabajo por la paz en nuestro país que se expresa en una ciudadanía movilizada, insistente, apasionada y comprometida con la idea de un país distinto. Una ciudadanía que trabaja por este anhelo en contra de los actores de la guerra, de las más difíciles condiciones y,  a menudo (afortunadamente no siempre), una clase dirigente que se comporta como un sustentador de las condiciones de la guerra o producto de esta. Todo esto se convierte en una enseñanza constante de que la paz es una conquista con la que hay que comprometernos y será el resultado del transitar ciudadano. 

Es interesante como una palabra tan pequeña como PAZ encierra un contenido tan inmenso. Hemos pasado generaciones enteras tratando de definir, apropiar y, ojalá, experimentar este escurridizo concepto. Buscar la paz ha sido una constante social y política que ha surgido desde una aterradora realidad: la guerra como elemento transversal en nuestras relaciones políticas, económicas, sociales y culturales. Esta prevalencia de la guerra durante tantos años y con tan diversos matices ha construido, en nuestra comprensión de la realidad, una suerte de falso dilema: “la paz (solo) como antónimo de la guerra y por ende el fin de la guerra como la adquisición de la paz”. Una afirmación falsa dado que la finalización de la guerra es condición indispensable, pero insuficiente en lo que a la construcción de paz se refiere, de allí la importancia por ejemplo de las recomendaciones del informe de la CEV, esas 67 recomendaciones que fueron recogidas en nueve temas1: 

1. Construcción de paz: Implementación integral del acuerdo final de paz, creación de un ministerio para la paz y la reconciliación, medidas humanitarias, priorización del diálogo para poner fin a la confrontación armada, cooperación internacional para la paz y garantías para la reintegración y restablecimiento de derechos 
2. Narcotráfico: Transitar hacia la regulación legal y cooperación internacional sobre política drogas
3. Impunidad y acceso a la justicia: Independencia y transparencia, investigación penal, reconocimiento de las víctimas del sistema judicial y acceso a la justicia local
4. Víctimas: Reconocimiento a la dignidad de las víctimas y de responsabilidad, reparación integral, salud integral y atención psicosocial como medida de reparación, memoria, víctimas de desaparición y reconocimiento a la dignidad de las víctimas y de responsabilidad
5. Seguridad: Nueva visión de seguridad, transformación del sector con base en la nueva visión de seguridad, archivos de inteligencia y de DDHH, empresas de seguridad privada y control de armas, Seguridad para la ruralidad y zonas de frontera, cooperación internacional
6. Democracia: Pacto Político Nacional, reforma política, participación ciudadana, protesta social y movilización, ejercicio de la política libre de violencia, inclusión de grupos históricamente excluidos. 
7. Paz territorial: Estrategia como base para la paz territorial, descentralización, autonomía territorial y organización político administrativa, acceso equitativo, democrático y ambientalmente sostenible a la tierra y los territorios, uso sostenible de tierras y territorios, y prevención y gestión de conflictos socioambientales, desarrollo con enfoque territorial y provisión de bienes y servicios públicos para la ruralidad, prevención y reversión del despojo de tierras y territorios; y la reparación efectiva de las víctimas 
8. Cambios culturales: Estrategia para la consolidación de una cultura de paz, cultura de paz desde la gestión cultural, educación para una cultura de paz, contribuciones a la cultura de paz desde medios de comunicación y comunidades de fe
9. Legado: Conocimiento, difusión y continuidad del legado de la Comisión. 

Estas recomendaciones abarcan acciones necesarias para transitar hacia la noción de paz que hemos construido en Colombia y que se refiere al logro acumulado y contante de cuatro factores: 1) el fin de la guerra (sacar las armas de nuestras relaciones). 2) Las garantías para una vida digna (que nadie se quede atrás en el acceso a derechos). 3) Las garantías para la participación efectiva (democracia real).  4) La apropiación de una cultura que ponga la vida en el centro (cambio cultural para la paz).  

Podría decirse que esta definición es el resultado de muchos años de un camino con enormes logros y profundas derrotas, en las cuales Colombia, poco a poco, se ha venido convirtiendo en un laboratorio mundial en la construcción conceptual y práctica de la paz. 

Retos locales para esta paz en el marco de la Paz Total y las elecciones 2023 

La Ley 2272 de 2022, llamada mediáticamente Paz Total, compromete siete factores esenciales para la paz en Colombia: La política de paz como una política de Estado, obligatoriedad en los planes de desarrollo departamental y local de incluir acciones favorables al logro de la paz, incorporación del concepto de seguridad humana como la noción de seguridad en el país, generación de acuerdos parciales y totales con diferentes actores armados (negociaciones de paz y sometimiento), Gabinete de paz, servicio social para la paz (como alternativa al servicio militar) y creación del Fondo Paz. 

Así las cosas, para avanzar en este anhelo es necesaria una ciudadanía inquieta, interesada en las diferentes posibilidades locales para la paz, que se interpele y que eleve la discusión local sobre el fin de la guerra, el cierre de brechas de desigualdad, la participación activa y efectiva de la ciudadana en sus territorios y, por supuesto, la vida como centro del accionar político, social y cultural. Estas elecciones  locales pueden favorecer la construcción de paz dado impulso que hoy existe desde el gobierno nacional, pero debemos procurar que los próximos alcaldes y alcaldesas (sin distingo partidista) asuman su tarea con la Paz Territorial, y se puede iniciar elevando este tema en el debate local. En este mismo sentido todas las candidaturas deben tener propuestas claras para el trabajo por la paz en sus territorios y si no lo tienen es tarea ciudadana exigirlo e interpelarlo. 

Estamos frente a una oportunidad sin precedentes para la paz, hemos logrado tejer, a fuerza de trabajo incansable, una noción de paz que supera ampliamente la idea de que es solo el fin de la guerra y, en este tejer, estamos hoy ante nuestra mayor posibilidad de acabar con estas guerras tan dolorosas y propiciar espacios para que en nuestra sociedad surja la vida como la materialización de nuestro derecho a la vida digna, a decidir y participar, a la certeza de que nadie se quede atrás, a una sociedad en donde la vida este en el centro. Todos tenemos en este anhelo una tarea… ¿Cómo vas con tu parte?