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Ser buenos montañeros 

Ser buen montañero
Adoptar al monte, un trozo de monte y todo lo que vive en él es muy importante. También podría decir: crear un monte o un trozo de monte y darle vida a todo lo que se pueden regenerar, porque lo que hoy es jardín...

Por Nelson Restrepo Ramírez, coordinador de la línea Ciudadanía Ambiental de Conciudadanía

Adoptar al monte, un trozo de monte y todo lo que vive en él es muy importante. También podría decir: crear un monte o un trozo de monte y darle vida a todo lo que pueda vivir en él, porque dicho así supone que los montes se pueden regenerar, porque lo que hoy es jardín, casa, cultivo seguramente ayer fue monte y puede volver a serlo.  Que las personas adopten un monte para cuidarlo o se propongan a crearlo debería ser una prioridad de la agenda política de quienes quieren acceder a cargos públicos con nuestro voto.  Si se trata de priorizar lo estratégico en la agenda de incidencia política, me quedo con los montes.

La mayoría de nosotros y nosotras, los capunías como nos llaman los Embera a los no indígenas que habitamos estas montañas, no tenemos construida una relación armoniosa con el monte; en los montes de las etnias la mayoría de espíritus son buenos, protectores, referentes; en los montes de nosotros habitan y salen fantasmas dañinos, del monte vienen las fieras que se comen a las gallinas y terneros, el monte no sirve porque no se puede cultivar, cuando el monte es rastrojo (un bosque adolescente) afea la finca y se propone empradizar (quitar la maleza para hacer prados), cuando es un monte faldudo no vale nada, todos preferimos el potrero y si es llano mejor porque es más caro.

Un predio que tenga monte protegido, es decir, que esté dedicado a la protección del agua o una especie animal o de planta en situación de riesgo o amenaza y que justo por eso tiene restricciones de uso, vale menos para la mayoría de la gente porque no se puede construir ni explotar; la vida que vive en el monte tiene un valor económico y siempre vale menos. Cuando se hacen avalúos comerciales para ventas y sobre todo para expropiaciones que den lugar a proyectos de interés general, siempre vale más el prado que el monte, al punto que la gente prefiere hacer potreros para valorizar.

Tenemos una herencia colonizadora del monte que es desastrosa y que debemos deconstruir; celebramos la lucha bravía sobre lomas y cañones, los principales logros de la ingeniería han consistido en dominar a las montañas, con “el hacha que mis mayores me dejaron por herencia” los abuelos ampliaron las fronteras agrícolas hasta desaparecer ecosistemas hermosos, fronteras que hoy necesitamos parar e incluso retroceder con restauración para devolverle a las montañas sus capacidades y función principal.

No hablo de volverlo todo monte, porque necesitamos producir comida y ojalá limpia, construir vivienda ojalá digna, infraestructuras colectivas ojalá amigables con la naturaleza; hablo de asegurar cada quien que tenga tierrita, un pedacito de monte, ojalá al lado del monte del vecino pueda crear corredores y evitar las islas; hablo de la necesidad de cuidar y proteger lo que ya está declarado como área protegida, de respetar las áreas de retiro de las fuentes de agua con su bosque ripario (corredores de bosque al lado de las fuentes de agua) como está dicho desde 1974 en el Código Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente, de un jardín sin veneno para las abejas y las mariposas polinizadoras como ya hacen en otros países; de asegurar la función ecológica de la propiedad privada como está dicho en una ley desde 1936.

Para ser buenos montañeros y montañeras es necesario, en casos urgentes, conocer la montaña que habitamos; lastimosamente no tenemos información suficiente sobre la riqueza biodiversa que tenemos y por lo tanto resulta casi imposible calcular los daños.  Apostaría que un buen montañero cuidaría mejor un árbol si fuera consciente que está en grave amenaza de desaparecer él y una orquídea diminuta que solo vive allí, protegería mejor un morrito si un estudio le indicara que justo allí se recarga con agua lluvia y neblina el acuífero que surte de agua a los que están montaña abajo.

La mayoría de cosas importantes que tienen que hacer los/as políticos/as que quieran ser alcaldes/as, tienen que ver con los montes locales y regionales: en la gestión ambiental, la producción de alimentos, el turismo de naturaleza, la gestión del riesgo, el ordenamiento territorial, la gestión predial, están los montes.  Las áreas protegidas que tenemos en el Oriente, Suroeste y Occidente de Antioquia (Parques Nacionales, las Reservas, los Distritos de Manejo, las reservas de la sociedad civil, etc.) son páramos, bosques de niebla, bosques secos tropicales, bosques húmedos y muy húmedos, etc., es decir son esencialmente montes; son las principales fábricas de agua, aire, hidroenergía de los habitantes del centro de Antioquia y un cada vez más frecuente lugar para el turismo de naturaleza, ocio, recreación, meditación de locales y globales.  Si el hidrógeno verde sale adelante algún día se hará con nuestros ríos claros y verdes nacidos en nuestros montes.

Con la producción de alimentos hemos sido implacables con los montes: la ganadería, el cultivo del café, el cultivo de aguacate y en general los monocultivos han irrespetado al extremo los nacimientos de agua y las áreas de retiro, drenado suelos húmedos, destruido humedales, secando agüitas que luego han desmejorado quebradas. Revivir las áreas de retiro en los pequeños predios a los campesinos, revivirlas en los grandes predios, ambos son retos tremendos, recuperar un nacimiento en medio de un potrero o un cultivo mucho más: el que quiera hacerlo para sembrar un monte debe comprar la tierra a precio de potrero.  Recuperar áreas de retiro y nacimientos, sembrar más monte, debería ser la tarea de un/a político/a responsable, uno/a que sea capaz de balancear estas restricciones con beneficios en los impuestos, compensaciones, pagos de servicios ambientales.

En los montes vive la biodiversidad que nos caracteriza como país: las aves, mariposas, ranas, plantas que los observadores y turistas quieren ver; de los montes vienen las aguas claras y generalmente en los montes están los charcos que locales y visitantes quieren disfrutar.

Muchos riesgos están asociados al monte especialmente en tiempos de sequías e incendios, una de las temporadas donde es más vulnerable el monte, y cuando es más dependiente de nosotros: si quieres sembrar monte deberás echarles agua a los bosques infantes en tiempos secos.  Con monte se gestionan terrenos en riesgo de deslizamiento, con monte se alinderan áreas peligrosas para personas y animales. Las cuencas hidrográficas se estresan menos en tiempos de sequía donde mejor están conservados los montes, de allí que sea el monte un factor clave en la gestión del desabastecimiento de agua en tiempo secos y para la adaptación nuestra al cambio climático que es la matriz de todos los riesgos.

La expansión de la segunda residencia, de ocio, en suelos rurales en Oriente, Occidente, Suroeste, Nordeste cercanos al Valle de Aburrá y en torno a las dobles calzadas están urbanizando el suelo rural y acabando con lo poco que queda del monte; por donde se mire está “lotiado” o en proceso de “lotiarse”, se ofrecen lotes incumpliendo con las directrices de las autoridades ambientales en materia de área permitida, con licencia urbanística incluida que de entrada incumplen el respeto por las fuentes de agua, sus áreas de retiro, no siempre consultan con los acueductos rurales la disponibilidad del servicio del agua para el consumo humano y recreativo que en casos incluye piscina o jacuzzi; alcaldías y corporaciones ambientales se ven superados en este desorden donde ganan los que invierten y siempre pierde el monte. “Se venden lotes”, no montes.

La nueva generación de urbanos viviendo en el campo, cargamos con la responsabilidad de estar degradando los pocos montes que quedan en estos suelos transformados, de los residuos sólidos llevados casi todos desde la ciudad; se trata de una población con ingresos importantes para comprar tierrita y construir una casita de campo, con formación profesional la mayoría y conocimiento de las normas que incumplen, con conciencia ambiental algunos y en general con importantes capacidades para asumir tareas de cuidado, restauración y cumplimiento de la ley.  Acordar con ellos planes de cuidado y manejo debería ser posible por todo lo que pueden aportar estos montañeros educados.

Todo lo importante que debe ocurrirles a los montes debería ser gestionado colectivamente y liderado por las autoridades públicas responsables de la gestión del patrimonio natural que nos soporta. Solo una cosa quisiera en estas elecciones como montañero: que la ciudadanía elija a mandatarios/as que entiendan esta urgencia, que estudien los planes que ya existen en las áreas protegidas, los Pomcas, los EOT, porque la mayoría de los montes están protegidos y son exigencias de ley con mayor jerarquía que cualquier norma legal.  Si los/as políticos/as comprenden bien esta necesidad de cuidar los montes, cualquier cosa buena se puede hacer; si no los conocen ni los comprenden, como sucede en la actualidad con la muchos alcaldes/as locales, no pasará nada y seguiremos siendo los malos montañeros de siempre.

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