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- 16 de septiembre de 2025
Dos vidas y una historia en el corazón de muchas personas

Por Gloria Amparo Alzate Castaño
Benja[1] y Bety[2], como les decimos de cariño, son una pareja con más de 50 años juntos. Se conocieron trabajando con comunidades indígenas en el Vaupés y se casaron en Panamá, mientras convivían con los Kunas. Bety, como misionera seglar, y Benja, como sacerdote. Estas experiencias no solo los acercaron como seres humanos, sino que también les permitieron llegar al conocimiento, comprensión y empatía por la situación que se vive en las zonas rurales de Colombia, adquiriendo un vínculo indisoluble entre ellos y un compromiso para siempre, como pareja y como equipo, en el trabajo con las poblaciones más desfavorecidas.
Fueron protagonistas e impulsores del movimiento constituyente en Antioquia, en un momento de convulsión social que gestó la Constitución Política promulgada en 1991. Aquel proceso iluminó el tránsito de ACAIPA[3] hacia la Corporación para la Participación Ciudadana Conciudadanía[4].
Los conocí como estudiante en la Escuela de Liderazgo Democrático en 1994, pensada para promover los valores y principios de la nueva Constitución, una carta de derechos que visibilizó a grupos tradicionalmente excluidos como titulares de derechos, reconoció la diversidad y estableció la democracia participativa, para hacer realidad el sueño de la “soberanía popular”, entre otros muchos cambios. Esta nueva Colombia requería formar a una nueva ciudadanía que encarnara y promoviera estos valores en los territorios, desde el enfoque de la educación popular y la pedagogía crítica
Benja, un hombre sencillo, tranquilo, conversador, apasionado, carismático, estudioso y radical con muchas de sus apuestas, siempre pensando en la mejor pedagogía para transmitir el conocimiento, partiendo de un “quién estratégico” que trabaja con una “levadura crítica” para incidir en una “masa crítica” con capacidad de trasformación social, como nos decía todo el tiempo. Bety, una mujer alegre, extrovertida, que se baila hasta el himno nacional; como psicóloga, con mucha capacidad de escucha y empatía con quienes la buscamos para que nos oriente en momentos difíciles; siempre mediando para resolver, proponer y posibilitar salidas a cualquier conflicto, chiquito o grande; apasionada e inteligente, visionó y planeó muchos de los procesos que Conciudadanía desarrollaba en los territorios. Ambos, siempre listos a darlo todo para cambiar el mundo.
Luego, como parte del equipo de Conciudadanía, puedo dar fe de cómo la persistencia casi obsesiva de Benja nos llevó por caminos como los pactos por la infancia, la cultura de paz, el llamado a la negociación política del conflicto armado y los acuerdos humanitarios, las asambleas constituyentes, la reintegración de excombatientes, las nuevas masculinidades y la planeación participativa expresada en los Planes de Vida para la Reconciliación. Mientras tanto Bety, en absoluta complicidad y sinergia con él, nos invitó a interrogar el patriarcado y a buscar los caminos para que las mujeres hiciéramos el tránsito “de la casa a la plaza”; a promover círculos de convivencia en los espacios de socialización (familia, escuela y vecindad); a sanar a miles de mujeres víctimas del conflicto armado con el modelo de “apoyo entre iguales”; a promover la organización social y a incidir con políticas públicas en los gobiernos locales; a participar de los diálogos de verdad, escenario de encuentro entre sobrevivientes (víctimas y victimarios) para desmontar la imagen del enemigo absoluto del que habla Carl Schmitt en “El concepto de lo político”, y que tanto nos enfatiza Benja.
Ambos convencidos del poder popular y la autonomía de la sociedad civil para lograr cambios reales y un desarrollo territorial sostenible; sin desfallecer, incluso en los momentos más difíciles y convulsionados de este departamento, cuando la guerra se nos puso de frente y los actores armados quisieron silenciarnos. Con su liderazgo afloró la resistencia y la noviolencia en un horizonte de reconciliación.
En el 2016 vivimos la emoción de la firma del Acuerdo Final de Paz con la guerrilla de las FARC, y desde el Pacto por la Construcción de Paz del Oriente antioqueño, espacio del que somos parte muchas organizaciones e instituciones de la subregión, Benja y Bety insisten siempre en que nuestra tarea fundamental es seguir aportando a la implementación del Acuerdo, especialmente para mejorar las condiciones de vida de tantos campesinos y campesinas, así como de los boquesinos y bosquesinas, que necesitan que apuestas como la reforma rural integral sea una realidad y que el cambio posible.
Hoy, aún de la mano, elevan su voz para posicionar la democracia de género como un cambio cultural necesario para la paz, y para fortalecer la organización de los bosquesinos en torno al cuidado del bosque y de la biodiversidad que lo habita.
Quienes por casi 30 años hemos tenido el privilegio de compartir con ellos y nutrirnos con sus conocimientos, experiencias y reflexiones, solo tenemos para darles nuestro sentimiento de gratitud. Sí, gracias por todo el legado que han dejado con su paso en nuestras vidas, por marcar la existencia de muchas personas a quienes impregnaron con sus anhelos de paz y noviolencia, y por visibilizar y dignificar, a través de la participación, las voces históricamente ignoradas.
Su sueño compartido, y que los mueve cada día, permanecerá en la memoria y en los corazones de quienes los amamos para motivarnos a “hacer del Oriente antioqueño un Laboratorio de Reconciliación, después de que fue escenario de una feroz confrontación y de una aguda crisis humanitaria”, con el lema ¡OTRO ORIENTE ES POSIBLE! ¡Gracias, amigo Benja, gracias, amiga Beatriz!
Algunas frases de Beatriz:
Vivir entre culturas distintas fue tal vez lo que más incidió en su vida, “porque empecé a relativizar mi propia cultura, la occidental, y a darme cuenta de que la visión del mundo que yo tenía no era la única ni la mejor, lo que me permitió flexibilizar pensamientos y creencias”.
“A mí las ideas no me surgen del sombrero, es la gente la que me ilumina el camino a seguir, y es esto lo que me mantiene vigente en lo que hago”.
“De pronto abrí mi mente y mi corazón hacia quienes siempre estaban presentes -las mujeres- y descubrí en ellas el potencial, la sabiduría y la fuerza que hoy me mantienen motivada a seguir caminando con ellas y a trabajar en lo que hoy en día es mi mayor reto: impulsar la democracia de género”.
“Hace énfasis en pasar de las relaciones de dominio propias de la cultura patriarcal a las relaciones de democracia de género, donde ‘el poder del amor sea más fuerte que el amor al poder’”.
Algunas frases de Benja:
La tarea no termina, pues implica “un cambio radical en la cultura paisa, autoritaria y violenta, que considera democrática una seguridad fundada en la derrota y eliminación de los opositores. Violencia que se expresa a tope en la familia, y en las relaciones de género que reclaman, urgentemente, nuevas formas de vivir la masculinidad, ‘en la casa y en la plaza’”.
“Hacer del Oriente antioqueño un Laboratorio de Reconciliación, después de que fue escenario de una feroz confrontación y de una aguda crisis humanitaria”.
“Hay una brecha entre el conocimiento científico y el conocimiento de las comunidades sobre su propio territorio, que debe ser superada con beneficios para la ciencia y para la vida digna de las familias que lo habitan. El conocimiento científico debe ponerse al alcance de las comunidades que son las llamadas a convivir en el territorio. Las comunidades necesitan conocer las riquezas naturales de su territorio y aprender a convivir en armonía con ellas. Solo se ve lo que se cree”.
“El campesinado ha enfrentado profundas injusticias y desigualdades: su acceso a la tierra es limitadísimo, su pobreza es mucho mayor a la del resto de la población y su acceso a derechos, como la salud o la educación, mucho peor”.
“Desde las comunidades se reclama el fin de la violencia que ha tomado diversas formas. La paz requiere un nuevo enfoque centrado en la seguridad humana que privilegia el diálogo como principal mecanismo para comprender y transformar las causas que originan y mantienen los actos violentos, tanto en zonas urbanas como rurales”.
“Se propone la construcción de una sociedad ecológica, descentralizada, no jerárquica y no militarizada, con democracia interna, en la que prevalece el uso de tecnologías más respetuosas con el medio ambiente, y en una perspectiva mucho más general, no violenta, sin discriminación de género, que respeta la biodiversidad y abarca a los seres humanos”.
En América Latina se habla de Bosquesinos. “Este movimiento se centra en la defensa de los derechos de las comunidades que dependen de los bosques, así como en la promoción de prácticas que protejan la biodiversidad y el medio ambiente. Los bosquesinos suelen ser personas que viven en, o alrededor, de bosques, y que tienen un profundo conocimiento de su ecosistema. Este movimiento también aboga por la reforestación, la educación ambiental y la colaboración entre comunidades, gobiernos y organizaciones no gubernamentales… Sabe que “la tierra no es de nosotros; nosotros somos de la tierra”.
“La aplicación de los Acuerdos de Paz en el Oriente, la protección de la Biodiversidad del Páramo, Bosques y Humedales, requiere un Movimiento de Bosquesinos que consiga un cambio en la educación pública para que sea pertinente para la trasformación del territorio… que utilice mecanismos de participación como los TECAM (territorios campesinos agroalimentarios); que mediante Planes de Vida Digna diseñe un ecodesarrollo integral, incluyendo alternativas al cultivo, hoy ilegal, de la coca”.
[1] Benjamín Cardona Arango. Socio fundador de Conciudadanía.
[2] Beatriz Montoya Montoya. Primera mujer directora de la Corporación Conciudadanía.
[3] ACAIPA: Asociación de Centros de Atención Integral la Preescolar de Antioquia. Alrededor de atender a los niños se fueron organizando diferentes grupos: líderes, mujeres, jóvenes, entre otros, generando así un movimiento comunitario alrededor del Jardín Infantil.
[4] Hoy solo Corporación Conciudadanía
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