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- 18 de septiembre de 2025
¿Por qué un Área Metropolitana para el Valle de San Nicolás?

Por Rolando Albeiro Castaño Vergara, director técnico – DAP Antioquia
En mayo de 2024 la Asamblea Departamental de Antioquia aprobó el Plan de Desarrollo 2024 – 2027 “Por Antioquia Firme”, mediante la Ordenanza 11. En su línea estratégica 5, titulada Autonomía desde la gobernanza, quedó trazada una apuesta clave: fortalecer las capacidades del departamento y de los municipios, reducir el centralismo y abrir paso a la asociatividad como camino para el desarrollo territorial.
Se trata, en últimas, de tejer redes entre comunidades. Ninguna localidad, por próspera que sea, puede enfrentar sola los retos de la globalización, la presión demográfica o la creciente demanda de servicios públicos. Esa visión, que hoy recorre Antioquia, es la que da vida a las redes territoriales.
La experiencia reciente muestra que cada desafío necesita una figura distinta. Para los problemas simples, bastan redes informales. Para los retos intermedios, funcionan las provincias administrativas y de planificación, conocidas como PAP. Pero cuando hablamos de aglomeraciones urbanas y proyectos de gran escala, cuando las obras y los flujos superan la capacidad de un municipio, lo que se requiere es un esquema robusto, con competencias legales y financiación propia. Ese esquema es el de las áreas metropolitanas.
Sobre esa base, se ha construido en Antioquia un proceso de ordenamiento que se viene consolidando hace décadas. Hoy ya son 75 los municipios acogidos al modelo provincial, nueve municipios y el Distrito de Medellín con el modelo metropolitano, diez provincias administrativas y de planificación —cuatro de ellas creadas apenas en el último año—, un área metropolitana consolidada en el Valle de Aburrá y la apuesta por conformar cuatro PAP adicionales y dos áreas metropolitanas nuevas. Una de ellas: la del Valle de San Nicolás.
La primera razón que lo justifica es la dinámica demográfica. Según el DANE, en 1964 la región tenía 156.311 habitantes. Para 2024 ya eran 531.305. En seis décadas la población se triplicó, con un crecimiento mayor al promedio nacional y departamental. En densidad poblacional, Colombia registra 46 habitantes por kilómetro cuadrado, Antioquia 109, y el Valle de San Nicolás cerca de 300. Municipios como Rionegro alcanzan 754,84, Marinilla 612,80, La Ceja 533,99, y El Santuario 459,98. Es un nivel de presión sobre el territorio que no se puede manejar de manera aislada.
La segunda razón está en la dinámica urbana. En 1995, las manchas urbanas de los nueve municipios sumaban 9,5 kilómetros cuadrados. Para 2024 ya eran 40, es decir, se cuadruplicaron. Esa extensión equivale al 28 % de la actual área urbana del Valle de Aburrá. Si la tendencia sigue, para 2040 podrían ser 80 kilómetros cuadrados. La expansión es inevitable: lo que se necesita es un modelo de ocupación organizado y sostenible.
Los planes de ordenamiento territorial ya destinaron 531 kilómetros cuadrados para usos urbanos, el 30 % del total regional. De esa superficie, 340 se usan para vivienda campestre en parcelaciones y 137 para suelos suburbanos de comercio, servicios e industria. Es un modelo disperso y costoso, que fomenta la dependencia del carro particular y encarece los servicios públicos. Lo confirman las cifras fiscales: en 2023 los municipios recaudaron más de 75.000 millones de pesos por impuesto de construcción. En San Vicente Ferrer incluso superó al predial.
El Departamento Nacional de Planeación, en su informe sobre el Sistema de Ciudades (2010–2012), ya había advertido este fenómeno y lo definió como aglomeración urbana: ciudades cuya dinámica rebasa los límites del municipio principal. Allí se identificó la aglomeración Medellín–Rionegro, que incluía municipios del Valle de Aburrá y cinco del Valle de San Nicolás. Más de una década después, la integración es todavía más evidente.
La tercera razón es la conmutabilidad, es decir, los flujos diarios de personas hacia Rionegro, municipio núcleo. Según la Encuesta de Calidad de Vida 2023, Marinilla aporta 8426 viajes diarios, El Carmen de Viboral 5285, La Ceja 4198, Guarne 4142, El Santuario 2940, San Vicente Ferrer 2421, El Retiro 1195 y La Unión 428. En total, 29.035 viajes al día. Si cada trayecto moviliza en promedio dos pasajeros, más de 58.000 personas se trasladan diariamente a Rionegro. Es como si la población completa de Guarne viajara todos los días hacia ese municipio.
Estos datos muestran que el Valle de San Nicolás ya no es un conjunto de municipios aislados, sino una aglomeración urbana en plena consolidación. Como lo señala el DNP, donde más del 10 % de los habitantes se desplazan hacia un núcleo común por motivos de trabajo, estudio o servicios, se requiere un esquema de gobernanza fuerte, con recursos propios y competencias legales. Ese esquema es el área metropolitana.
Conformar un área metropolitana en el Valle de San Nicolás no es una formalidad ni un asunto de cifras. Es dar un paso hacia el bienestar colectivo y la sostenibilidad. Significa planear de manera integrada el transporte, la protección ambiental, los servicios públicos, la gestión de residuos, la movilidad y la infraestructura. Significa también reconocer que los límites municipales no detienen los flujos de personas, bienes y servicios, y que solo la cooperación permitirá enfrentar los retos de una región que crece aceleradamente.
El Valle de San Nicolás necesita herramientas para planear su futuro con visión regional y capacidad de ejecución. El ejemplo del Valle de Aburrá lo demuestra: allí el área metropolitana ha sido eficaz para coordinar esfuerzos y resolver problemas comunes. Hoy, la invitación es a que el Oriente antioqueño dé un paso similar, con la certeza de que la asociatividad no resta autonomía, sino que multiplica las oportunidades.
Estamos frente a una región que triplicó su población en sesenta años, que cuadruplicó su mancha urbana en tres décadas y que cada día moviliza decenas de miles de personas hacia un núcleo común. No reconocerlo sería darle la espalda a la realidad.
Apostarle al área metropolitana es, entonces, apostarle a un futuro ordenado, sostenible y con mejor calidad de vida para los habitantes del Valle de San Nicolás.
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