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Dialogar es la salida: propuesta metodológica para la implementación de Asambleas Ciudadanas

Los días pasan y las marchas se mantienen a pesar de los riesgos de contagio. Los colombianos/as se han tomado en serio hacer efectivo su derecho a la protesta cuando no se está de acuerdo con un gobierno que no logra leer ni interpretar los intereses de ellos...

Por Gloria Amparo Alzate Castaño, directora de Conciudadanía. Y Juan Bernal, coordinador de la línea Democracia Local de Conciudadanía.

Los días pasan y las marchas se mantienen a pesar de los riesgos de contagio. Los colombianos/as se han tomado en serio hacer efectivo su derecho a la protesta cuando no se está de acuerdo con un gobierno que no logra leer ni interpretar los intereses de las mayorías, incluyendo a sus votantes; un gobierno que cada vez representa menos al pueblo.

 

Hoy Colombia está demostrando que su ciudadanía no es sólo clientela que sale a votar cada que hay elecciones. El pueblo soberano se está tomando las calles haciendo uso de la democracia directa. Hoy, el pueblo está cansado de la dominación sutil que se ejerce desde los partidos, politiqueros y gobernantes.


La participación es un derecho fundamental consagrado en la Constitución Política de Colombia, la cual en su Art. 1 dicta que es un fin esencial del Estado “facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la nación”; derecho fundamental que ratifica la Ley 1757 de 2015. La soberanía del pueblo no se reduce a la elección de gobernantes, sino que implica la exigencia de responsabilidad, y cuando esta soberanía se ve vulnerada o no es escuchada, se cuenta con el recurso de la protesta, la cual debe garantizar el Estado.


Hoy nos movilizamos por múltiples causas: los proyectos de las distintas reformas (salud, pensiones, tributaria…), la corrupción, la desigualdad, la exclusión, la incertidumbre, la negligencia en la implementación de los acuerdos de paz, el asesinato de líderes sociales, ambientalistas, firmantes del acuerdo, reclamantes de tierras…. los incumplimientos a las promesas hechas a los indígenas, los conflictos ambientales en los territorios; desde las necesidades más básicas hasta los intereses más estratégicos y políticos.


A lo largo y ancho del país, la ciudadanía se ha movilizado de manera pacífica, haciendo uso de su derecho a la protesta, los/as jóvenes, en la mayoría de los casos, han ido construyendo nuevos repertorios para la movilización y formas de expresión. Sin embargo, estas protestas se han visto en ocasiones opacadas por diferentes actos vandálicos, sobre los cuales no sobra decir, es a lo que más eco le hacen los medios de comunicación, actos que por su puesto afectan los derechos de los otros. No necesitamos hacer uso de la violencia ni mucho menos por parte del Estado, de lado y lado las violencias son inaceptables.


Hasta ahora, se puede decir que la protesta ha tenido éxito, ha ganado batallas muy importantes y, después de tantos días, se mantiene. Pero lo cierto es que el malestar y las demandas ciudadanas que hoy se expresan en las calles no logran ser canalizadas en su conjunto a través de la movilización, se requiere abrir espacio al diálogo, no sólo con la institucionalidad, sino también entre los mismos actores individuales o colectivos por la diversidad de intereses que allí se expresan y que no se sienten representados en el Comité Nacional del Paro. Es claro que a este comité no llegan todas las voces y que no se tienen claros los canales de comunicación en varias vías (de abajo-arriba, de arriba-abajo y de manera horizontal). En este sentido, el país se moviliza desde las grandes ciudades, pero también desde los municipios con dinámicas, conflictividades y posibilidades totalmente distintas, pero los espacios de diálogo se dan en Bogotá.


¿Cómo recoger y tramitar estas demandas e iniciativas?

Desde los gobiernos (en todos los niveles) se vienen generando espacios de diálogo con algunos actores sociales; y aunque reconocemos la importancia de este esfuerzo, también entendemos que es una forma de dispersar, desagregar y dividir la masa que se ha movilizado. Por tanto, para mantenerla viva es necesario que el primer diálogo sea entre actores de la sociedad civil, incluyendo a aquellos/as que no están organizados.


Una importante propuesta que se viene gestando a nivel nacional y que desde Conciudadanía queremos retroalimentar y promover, es la implementación de espacios de diálogo o deliberación pública en los municipios, asambleas, cabildos, conversatorios, tertulias… Cualquier iniciativa que permita el encuentro de todos los actores, con el otro/a desde el reconocimiento de su dignidad, desde la premisa de que sólo se dialoga y negocia con el igual, con nuestro par, a quien le damos carácter de interlocutor válido, para llegar a consensos y luego trascenderlos a otros niveles de negociación.


Desde Conciudadanía y otros espacios de la sociedad civil, se ha propuesto que estos procesos de diálogo se realicen a través de la figura de “Asambleas Ciudadanas”: espacios de la democracia deliberativa que permiten la discusión pública, la interacción dialéctica y la construcción de consensos. Son escenarios amplios de encuentro de ciudadanos/as que actúan por sí mismos o como delegados de otros (colectivos) para la deliberación y concertación en torno a intereses públicos. Su objetivo principal es incidir sobre temas como el desarrollo y gestión del territorio, la democracia y la convivencia pacífica. Las Asambleas Ciudadanas pueden estar apoyadas o no por la administración pública de los entes territoriales, y la permanencia de ellas sería un indicador del empoderamiento ciudadano y del aumento de la gobernanza que materializa el diálogo y la interlocución entre grupos y sectores sociales, y de éstos con el gobierno.


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Este escenario permite a la ciudadanía adquirir conciencia de su poder, la corresponsabilidad y el control que tiene sobre los procesos que afectan su vida y las decisiones sobre la gestión del territorio. A su vez, en las Asambleas se busca trascender de la democracia representativa, a la democracia participativa y directa, dado que es en este espacio donde se potencia la participación y la incidencia de la ciudadanía en la toma de las decisiones que les afectan como colectivo social, a través de una ciudadanía activa.


Para la dinamización e implementación de las “Asambleas Ciudadanas” les proponemos a las diferentes comunidades y sectores que han participado de las movilizaciones sociales tener en cuenta los elementos que a continuación se describen:


Auto convocarse (identificación de actores)

Es fundamental, en primer lugar, identificar y convocar a las organizaciones, sectores y personas que pueden dinamizar el proceso asambleario y conformar así un “Comité de Paro Local”.


Para este primer momento se debe:

       – En cada municipio alguien está convocando a las movilizaciones. Estas personas o colectivos seguramente son la versión territorial del “comité de paro”, ellos/as son el “quién estratégico”.
       – Juntos, deben establecer unas reglas mínimas para el diálogo democrático, respetuoso e incluyente.
       – Hacer la identificación de los actores (jóvenes, mujeres, sindicatos, indígenas, …) que se han movilizado.
   – Construir una propuesta metodológica para el encuentro general con mesas de trabajo o espacios sectoriales/territoriales /poblacionales independientes.
       – Convocar y realizar espacios de diálogo municipal.
       – Organizar las conclusiones y dar trámite a las demandas ciudadanas.


Realización de Asambleas

En este sentido sería de vital importancia que en cada comunidad o territorio específico se realizaran por lo menos dos espacios asamblearios, teniendo en cuenta como criterios esenciales que las Asambleas Ciudadanas deben ser espacios democráticos, incluyentes, pluralistas, autónomos y noviolentos.


Previo a las Asambleas:

       – Constituir un comité de impulso desde la sociedad civil local (comité del paro local)
       – Organizar la convocatoria, el carácter.
       – Definir criterios para la metodología.

A manera de guía metodológica, planteamos la preparación y desarrollo de los siguientes aspectos en cada una de las Aasambleas:


Agenda de la Asamblea 1.

       – Acto simbólico de conexión con el espacio, con la tierra, con el otro y la otra.
       – Presentación de los actores participantes (conciencia de quienes faltan).
       – Sentido y fundamentos del espacio asambleario ¿Por qué? ¿para qué?
       – Conversatorio sobre los sentires frente al acontecer del paro, de lo local a lo nacional (¿Qué sentimos, conocemos y pensamos hoy sobre lo que está pasando en el país?)
       – Presentación del contexto nacional del paro, actores, demandas y balance general (con un invitado).
       – Balance de la movilización en el nivel local.
       – Construcción de ruta de trabajo local.
       – Evaluación del espacio y presentación de conclusiones.


Agenda de la Asamblea 2:

       – Acto simbólico de conexión con el espacio, con la tierra, con el otro y la otra.
       – Construcción colectiva de acuerdos de funcionamiento o reglas de juego.
       – Presentación de metodología de trabajo por mesas (comité de impulso).
       – Trabajo por mesas (sectoriales, poblacionales, territoriales): con metodología apropiada para presentar y priorizar las demandas y propuestas.
       – Socialización de la priorización de cada mesa en plenaria.
       – Construcción de acuerdos, consensos.


El comité de impulso (comité del paro local) recoge, organiza y canaliza las propuestas en aras de llevarlas a espacios asamblearios en otros niveles como el regional y departamental, de tal manera que se vayan escalando las propuestas hasta llegar a consensos con ciudadanos en el nivel nacional.


Por último, es relevante volver a enfatizar en la importancia de juntarnos, de hablar, de construir consensos, miradas y apuestas compartidas de territorio, entendiendo así el diálogo como el camino más expedito para construir la democracia y el país que soñamos.

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