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Las relaciones de género y la democracia de género

Para mirar el alcance de lo que significa la “Democracia de género” habrá que mirar primero el origen y desarrollo de lo que se ha llamado las “Relaciones de Género”...

Por Beatriz Montoya, socia fundadora de Conciudadanía.

Para mirar el alcance de lo que significa la “Democracia de género” habrá que mirar primero el origen y desarrollo de lo que se ha llamado las “Relaciones de Género”, término éste que en su historia ha tenido dos entradas diferentes: una desde el movimiento feminista y otra, desde las perspectivas del desarrollo. Veamos:


1. El movimiento feminista: se acerca a las “relaciones de género” cuando al interrogar las relaciones de poder y la subordinación de las mujeres a los hombres, se encuentra con el patriarcado, como una forma de organización política, social, económica, ideológica y religiosa que atribuye superioridad a lo masculino sobre lo femenino y de unas personas sobre las otras: de los hombres sobre las mujeres, de los adultos sobre los niños, de los propietarios sobre los no propietarios, de los blancos sobre los negros y los indígenas, etc.

El patriarcado organizó el mundo en los espacios privado y público, asignando tareas diferenciadas según el sexo: a las mujeres, la casa haciéndolas responsables del cuidado y crianza de los hijos e hijas y de la atención y cuidado del marido y del hogar. A los varones, la calle para desarrollar las tares de producción económica y la organización y dirección de la sociedad. Este sistema se ha perpetuado a través de las costumbres, los prejuicios, la religión y las instituciones del Estado como la familia, la escuela, los medios de comunicación, las leyes, al asignarle una “superioridad” a lo masculino sobre lo femenino.

El movimiento feminista hace una crítica al orden patriarcal, al mirar los aspectos nocivos, destructivos, opresivos y enajenantes que se producen por la organización social basada en la desigualdad, la injusticia y la jerarquización política de las personas a partir del género. Tiene como propósito revolucionar el orden de poderes entre los géneros y con ello la vida cotidiana, las relaciones, los roles y los estatutos de mujer y de hombre. Busca cambiar la sociedad, las normas, las creencias, al Estado.

 

2. Perspectiva de desarrollo: el enfoque de género surge como una propuesta para incorporar a las mujeres al desarrollo; ¡de ahí surgen las “políticas públicas de género!”. Los aportes feministas previos a esta teoría, principalmente referidos a la tesis del patriarcado y al reconocimiento de la subordinación histórica de la mujer, no siempre han sido incorporados por el enfoque de género, lo que, en el campo de la acción estratégica, facilita la existencia paralela de distintas opciones.

Las políticas públicas de género, han pasado por diferentes momentos:

1. Mujeres en el Desarrollo (MED): busca capacitar a las mujeres para que se vinculen al desarrollo; esta propuesta se concreta en proyectos para mujeres.

2. Género en el Desarrollo (GED): el enfoque está puesto en la equidad en la participación y el disfrute de los beneficios del desarrollo; en la práctica se hace también a través de proyectos para mujeres.

En la década de los 90, como crítica a estas políticas, surgen dos estrategias nuevas: políticas públicas de igualdad de oportunidades y empoderamiento de las mujeres.


3. La igualdad de oportunidades en un principio se refería mucho más al diagnóstico de la situación de las mujeres en comparación con la de los hombres, luego fue agregándose progresivamente el análisis de las relaciones de género. Desde este análisis, se dirigen principalmente a mejorar la situación de las mujeres, utilizando con frecuencia medidas afirmativas a favor de las mismas, atendiendo a su salud, educación, trabajo, etc.


4. Empoderamiento de las mujeres: como en el caso de las políticas de igualdad de oportunidades, el empoderamiento de las mujeres se dirige a alcanzar la situación de los hombres, a los que se considera ya empoderados. Como vemos, esa versión rectilínea de la superación del supuesto déficit de las mujeres es tendencialmente androcéntrica, y no parece que corresponda a una estrategia que apuesta por las potencialidades intrínsecas y diferenciadas de las mujeres. Por otro lado, cabe pensar que el empoderamiento de las mujeres va a producir efectos correspondientes entre los hombres.


En efecto, en esta estrategia se manifestó desde sus orígenes la contradicción entre la óptica conceptual (género y condiciones de género) y su orientación operativa dirigida fundamentalmente al trabajo con mujeres.

Pero conforme las mujeres comenzaron a aproximarse a esa posición, fueron evidentes dos cosas: en primer lugar, que la posición de género de los hombres no es precisamente una posición sustantivamente buena a lograr por el hecho de ser dominante; en segundo lugar, que los cambios protagonizados por las mujeres planteaban cambios en los hombres, para los cuales no se habían previsto políticas, con lo que se producían con frecuencia resistencias sociales, cuando no movimientos de reacción.


Democracia de género

En la raíz de su propia denominación, la democracia de género encara directamente las relaciones de poder dominante históricamente consignadas en los sistemas de género, que se tradujo durante siglos en una relación desventajosa para las mujeres.


Pues bien, precisamente la idea de democracia se dirige directamente contra el corazón de las relaciones jerárquicas, de poder desigual, es decir, no democráticas. Por esa razón, desde sus orígenes, el concepto de democracia de género está pensado para enfrentar las relaciones de poder desigual que se dan o puedan darse entre los géneros.


La ventaja que tiene esta idea es que aclara desde el comienzo a mujeres y hombres que su propósito final no es cambiar las relaciones de poder favorables a los hombres por otras contrarias a estos y favorables a las mujeres, sino que busca la sustitución de poderes jerarquizados por relaciones democráticas entre personas que, sin necesidad de ser idénticas, están suficientemente empoderadas como para establecer relaciones de equidad.


Simplemente se plantea que ha llegado el momento para pasar de una primera fase centrada en las mujeres a otra que acumule fuerzas e implique al conjunto de la sociedad. Esto no significa acabar para siempre con acciones específicas para mujeres, sino que busca articularlas con otras acciones en un sentido de género inclusivo. No excluye espacios propios de las mujeres y de los hombres, pero busca evitar su segmentación enfocándose hacia las relaciones entre los géneros como principal campo de acción y avance hacia la equidad de género.


Abarca tanto el plano de los comportamientos individuales de hombres y mujeres como el cambio de las condiciones estructurales de las relaciones de dominación a favor de relaciones más horizontales y democráticas, porque “Sólo cuando el poder del amor sea más fuerte que el amor al poder, el mundo conocerá la paz”. Jimi Hendrix, musico estadounidense. QPD.


Ideas clave para la democracia de género

  • Cuando las Relaciones de Género se reducen a buscar la equidad entre hombres y mujeres, manteniendo incólume el orden patriarcal de dominación, se cae en el riesgo de reforzarlo.

  • El enfoque de Democracia de Género es un “eje actitudinal que promueve el pacto humano hacia la democracia en medio de la diversidad no sólo en términos de género, sino de culturas, de clases, de generaciones” y de todas las diversidades.

  • “Es fundamental hacer conciencia de que el mundo a construir es responsabilidad compartida de hombres y mujeres. Esta forma de abordaje previene resistencias y culpabilizaciones históricas y abre el camino para el diálogo, vuelca la mirada hacia lo perdido y lo por ganar comunitariamente”, afirma Mireya Baltonado, feminista salvadoreña.

  • Se trata de criticar desde la ética el orden vigente y de deconstruir al interior de las subjetividades de hombres y mujeres la cultura patriarcal que nos habita para cambiar las relaciones de dominación y competencia por unas de cooperación y cuidado mutuo.

  • Implica generar nuevos pactos de convivencia entre géneros y generaciones al interior de las familias, la escuela, las organizaciones sociales, los gobiernos locales, etc.

Hacia unas relaicones con democracia de género en la región del Oriente

“Si una democracia descuida la participación de las mujeres, si ignora sus voces, si evita la responsabilidad ante sus derechos, es una democracia sólo para la mitad de la población”, señala Michelle Bachelet.


En el Oriente antioqueño el conflicto armado desintegró a las familias por la pérdida de esposos y de hijos y por el desplazamiento forzado. La mujer, además de sus labores del cuidado del hogar, debió afrontar actividades de producción para el mercado, en condiciones laborales no formales y sin garantía de derechos. Además, asumió responsabilidades de liderazgo social porque debió afrontar la conservación de lo que quedaba del tejido social. Pero el hombre no se ha planteado la necesidad de vincularse más activamente a las tareas del cuidado del hogar. Los roles no han sido redistribuidos.


En el hogar, muchos hombres se siguen sintiendo jefes y dueños de las mujeres. Frases como “usted no se manda” o “yo soy el que mando aquí”, son expresiones frecuentes de muchos hombres al interior las familias; las decisiones que tienen que ver con la vida de la esposa o de los hijos e hijas son tomadas por los hombres, la mayoría de las veces sin tener en cuenta los intereses y deseo de ellos y a veces, incluso, estas decisiones se imponen de manera violenta. Las mujeres sienten que sus opiniones no son tenidas en cuenta y para evitar problemas renuncian a sus propios intereses y se someten al marido.


En el hogar, ha aumentado el uso de la violencia (sexual, psicológica, moral y física) que ejercen los hombres sobre las mujeres (y también sobre sus hijos e hijas), violencias que dejan profundas huellas en sus vidas. Aunque también las mujeres ejercen violencia sobre sus esposos, hijos e hijas, estadísticamente se demuestra que es mucho más alto el porcentaje de mujeres que son maltratadas y hasta asesinadas por sus esposos, que el que se registra por parte de las mujeres hacia ellos.


En el espacio público, aunque ahora más mujeres acceden a los espacios donde se deliberan los asuntos públicos o se toman las decisiones de interés colectivo, éstas son poco valoradas y sus opiniones no son tenidas en cuenta. Por esta razón son pocas las mujeres que logran mantenerse en estos espacios y quienes se mantienen, para hacerlo, muchas veces tienen que adoptar comportamientos y discursos masculinos que poco aportan a la transformación de estos mismos espacios.


Así pues, para la construcción de una democracia de género en el Oriente antioqueño, se requiere:

Que los hombres sean también convocados a un cambio cultural que supere las relaciones patriarcales de dominación y de violencia de género, y que le permita su vinculación activa a la economía del cuidado compartiendo las tareas del hogar. La democracia de género implica la revaloración y redistribución de los roles de género en la familia, en la educación, en el trabajo, y en el ejercicio de la política.


Que los gobiernos y los partidos, que se dicen democráticos, asuman la participación social y política de la mujer como un problema de la democracia, con la clara comprensión de que el desarrollo territorial no será el resultado solo de esfuerzos masculinos porque “no se puede volar con una sola ala”. Solo democratizando las relaciones de género habrá posibilidades de desarrollo a escala humana y de construcción de paz territorial.

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