Para ver, hay que saber mirar

Por: Área de Gestión del Conocimiento – Conciudadanía

Esa idea tan arraigada de que el conocimiento es cosa de científicos, en su mayoría varones, reunidos en la llamada comunidad académica, nos ha llevado de ida y vuelta en occidente. Durante los siglos XIX y XX, Latinoamérica y el Sur Global se esforzaron más por apropiar conocimiento que por desarrollarlo, bebiendo fundamentalmente de la enciclopedia europea y norteamericana. Sin duda, esto fue de gran importancia para las áreas de las ciencias naturales y de la salud, en parte. Mientras que en otras áreas nos condujo a deshacernos de conocimientos previos, ancestrales, adquiridos por tradición oral.  

Esta afirmación es un nuevo conocimiento para movimientos decoloniales del Sur Global, que nos ha traído de vuelta para redescubrir, apropiarnos y difundir el conocimiento de los mundos que habitamos desde nuestras condiciones históricas. Para pensarnos desde nosotras y nosotros mismos.  

Este enfoque ha sido una opción para algunos sectores de la academia en las ciencias sociales, de la salud y la agricultura, que han vuelto la mirada desde valores epistemológicos conservacionistas, neo identitarios. Por su parte, las comunidades se reconocen a sí mismas cada vez más como sujetos de investigación, con habilidades e intereses propios para la generación y apropiación de conocimiento, es decir, los usos útiles para sus formas de vida buena. Esto expresa una lucha contra el extractivismo académico.  

La reapropiación del conocimiento ancestral es motor y reproductor de procesos identitarios de quienes habitan el territorio, entendido este como el espacio vital, y los usos y apropiaciones que las comunidades hacen de este para sustentar su vida. Es esa identidad que me ombliga a los anhelos de vida buena sin desconexión del pasado, presente y futuro; donde se construye todo lo sabido a partir del vivir cotidiano. 

¿Cómo juntar la profesionalización que produce la universidad occidental con los intereses de la generación de conocimiento desde abajo? 

Tal vez, nos habita una mirada deforme, incapaz de enfocar entre el método científico y el mar de problemas de conocimiento y conflictividades que nos rodean en los contextos de transformación donde actuamos institucionalmente.  

Seguramente quienes han sido amasados en su quehacer por la experiencia del trabajo de campo, se reconocen en estos planteamientos. Hoy, en la confirmación de los planteamientos Freirianos de la década de 1970, se requiere sincronicidad para aportar en una mayor apropiación del conocimiento que nos pertenece, sin hacer daño.  

Justamente, esta es la invitación que nos deja tendida la experiencia de investigadores/as comunitarios/as de diferentes colectivos de las subregiones, quede manera colectiva en los Semilleros de Gestión de Conocimiento, compartieron sus saberes previos para el cuidado de la vida en las dimensiones subjetivas, del patrimonio ambiental y de las huellas del poder en sus municipios. En esta experiencia en curso, líderes/as reconstruyeron sus propias formas y sus estéticas con que convocan acciones colectivas para el cuidado de la vida.  

Otra experiencia que nos ha puesto de presente estas reflexiones es la vivida con las mujeres de Páramo en el Oriente antioqueño, y sus prácticas de huertas agroecológicas, en colaboración con el Colegio Mayor de Antioquia. Este espacio vivencial propició una reflexión crítica sobre el cuidado de la vida, como respuesta de un acumulado de reflexiones de las mujeres sobre las expresiones del patriarcado y su acción colectiva transformadora, que incluye la reapropiación de técnicas para el sembrado, la adopción de prácticas comerciales justas, y el trabajo organizado en la familia para el autocuidado y la generación de ingresos.  

En consecuencia, estas reflexiones y experiencias nos subrayan lo esencial de armonizar método y contexto, porque: para ver, hay que saber mirar.